¿Soy víctima del sistema?
Últimamente pienso en la interacción entre mis acciones individuales y las estructuras o sistema donde desarrollo mi vida. Si bien es cierto que como cualquier ciudadano me veo afectado por sistemas políticos, culturales, económicos y sociales injustos y sobre todo disfuncionales, también reconozco que tengo cierto grado de responsabilidad y capacidad para influir en el entorno.
La respuesta a la pregunta según mi modo de ver, es sí; soy víctima de un sistema que paradójicamente día a día ayudo a co-crear y perpetuar.
Es fácil caer en la mentalidad de la víctima y culpar de todo al contexto o a un tercero de mis problemas, eso siempre funciona, porque es más sencillo. Aunque no pueda cambiar el sistema, puedo tomar medidas para mejorar mis circunstancias.
No sólo se trata de denunciar las injusticias eso es muy necesario. De igual manera creo más en la acción que solamente en la enunciación, es decir, mis actos tienen que ser consecuentes con lo que digo en la medida de lo posible.
Buscar la manera de fortalecer la capacidad para superar los problemas del día a día aprendiendo de ellos. Darle a las cosas la dimensión que tienen ni más ni menos. Esto implica trabajar la resiliencia, autoconfianza, autoestima, la humildad, la empatía, la generosidad entre muchas otras cosas que se me olvidan...
En primera instancia mejorarme a mí mismo. Buscar soluciones individuales, reconocer mis propias carencias, miserias y miedos. Pienso que de esa manera también contribuyo a la mejora del sistema externo. Siendo consciente de mis virtudes y limitaciones puedo cooperar y construir con otros desde un lugar más sano.
El poder de elegir es una fuerza que moldea y define mi identidad. El mundo de hoy tiene el formato de un catálogo extraño y bizarro, lleno de opciones y posibilidades ilusorias, inaccesibles y sobre todo poco originales. Sin darme cuenta muchos años invertí tiempo tratando de acceder a algo que jamás me brindó paz mental y espiritual...
Las pequeñas elecciones cotidianas son las que dan forma al presente y al futuro.
Elegir implica no solo tomar una decisión entre diferentes alternativas; también supone asumir la responsabilidad y aceptar las consecuencias de aquello que elijo. Esta responsabilidad es la que empodera y permite ejercer control y agencia sobre los acontecimientos. También es la que da herramientas para discernir que puedo controlar y que no depende de mí.
Este poder se manifiesta en todos los aspectos de mí ser, desde decisiones triviales como qué ropa voy a usar, qué voy comer, si decido decir la verdad, si elijo mentir u omitir, qué camino voy seguir, con quién me voy vincular o qué valores voy a adoptar.
Decisiones simples de todos los días, que casi siempre las hago en automático, sin pasos intermedios, como un acto de fe a las cuales muchas veces les hace falta un poco de razón.
Cada elección refleja mis prioridades, mi sistema de creencias y deseos. Todo esto contribuye y da forma al destino que día a día voy construyendo. En última instancia esta cadena de acciones individuales es la termina afectando positiva o negativamente al contexto. Quizás ninguna acción sea vana o insignificante. Cada pequeña decisión puede adquirir una dimensión transcendental si sumo todas las partes, si encuentro el enfoque adecuado.
La pregunta es ¿En qué elegimos transformarnos?
Patri Diblasi 2024